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22/11/2020 - Gaceta del Taxi

Los taxistas, las víctimas más desconocidas de ETA


Las vidas de Fermín, nacido en Burgos y ciudadano de la localidad vizcaína de Arrigorriaga; Francisco, natural de Usurbil, en Guipúzcoa; o Germán, procedente del municipio de Vergara, tuvieron algo en común: los tres eran taxistas en el País Vasco y los tres fueron asesinados por la banda terrorista ETA de forma cruel dejando viudas a sus esposas y huérfanos a sus hijos.  

Junto a estos tres profesionales, ETA asesinó a otros once taxistas más entre 1969 y 1985. En total catorce brutales asesinatos injustificados, más de la mitad de los cuales ni siquiera fueron juzgados, y a cuyas víctimas ahora la Fundación Miguel Ángel Blanco ha querido homenajear con un documental, “Bajada de Bandera”, que se presentará en Madrid el próximo 1 de diciembre, tras haberlo hecho ya en Pamplona y León.

Cristina Cuesta, directora ejecutiva del documental, explica que desde el año 2016 la fundación adoptó el compromiso de producir este tipo de trabajos audiovisuales especialmente centrados en aquellas víctimas que “estaban más olvidadas”. 

La idea de realizar “Bajada de Bandera” surgió cuando estaban trabajando en 2016 en la investigación sobre la primera víctima de la banda, que fue el Guardia Civil, José Antonio Pardiñas, asesinado por ETA en junio de 1968. Una vez realizado ese trabajo, llevando a cabo un análisis de la historia del terrorismo de la banda, desde el equipo de investigación se percataron de que, tras el asesinato de un comisario de la Policía Nacional, la tercera víctima mortal de ETA fue un taxista llamado Fermín Monasterio. Este trabajador, el 9 de abril de 1969 recibió cuatro tiros por el terrorista Echevarría Izueta en su huida de un piso en Bilbao cuando estaba siendo perseguido por la policía. Fermín estaba casado y tenía tres hijas de 13,10 y 5 años. 

Tras darse cuenta del asesinato de Fermín, según relata Cuesta, el equipo de producción investigó y pudieron observar que se trataba de una víctima de la que apenas se tenía conocimiento más allá de alguna entrevista que concedió su hija coincidiendo con el 50 aniversario del asesinato. “Siempre se tiene en la mente que, especialmente durante su primera época, ETA mataba guardias civiles, policías, militares. Es verdad que estos colectivos componen el 60% de las víctimas mortales de la banda, pero paralelamente, ETA asesinó a todo tipo de profesionales”, explica Cuesta. 

Cruel justificación

Y es que tras el asesinato de Monasterio, ETA mató el 31 de julio de 1975 en Usurbil a Francisco Expósito, un taxista de 54 años, casado y con cuatro hijas, que se encontraba a la espera de clientes en una parada y fue asesinado a tiros por dos individuos. Fue precisamente su esposa, quien, desde el domicilio que se encontraba a poca distancia, oyó los disparos y bajó rápidamente a atender a su marido.

En su huida, los asesinos arrojaron panfletos en los que la organización acusaba a la víctima de ser un confidente de la Guardia Civil. “El terrorismo se distingue de otro tipo de delito con resultado de muerte en el hecho de que se justifican los crímenes”, asegura Cuesta, que recuerda que ETA, no solo asesinaba, si no que insultaba a las víctimas, a las cuales las presentaba como “culpables de su destino”.

Precisamente una de esas culpas más comunes que recaían sobre los taxistas era el hecho de ser potenciales “confidentes policiales”. Era esta una de las principales causas que encontraba la ETA para justificar sus crímenes. 

“La estrategia que ETA desarrolló con los taxistas, pero también con otros colectivos, acusándoles de colaboradores de la policía, tenía como objetivo marcar el control social, al estilo de la mafia”, subraya la directora ejecutiva del documental. “La verdadera razón de fondo era que los taxistas, por su trabajo y su movilidad, era un tipo de profesional que no podían controlar tan fácil como otros que estaban más marcados”. 

Y esto se confirma con el hecho de que investigando han descubierto que casi todos los comunicados publicados por la banda tras el asesinato de los catorce taxistas se les acusaba de confidentes policiales. “Decían que la Guardia Civil utilizaba a los taxistas para sonsacarles información”, explica Cuesta, haciendo hincapié en que esto resultaba una maldad añadida. “Primero les acusaban, luego les mataban y, posteriormente, les insultaban”, algo que para las familias resultaba terrible ya que posteriormente a nivel social se les hacía absolutamente el vacío. 

 

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