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17/04/2019 10:39:48 - Gaceta del Taxi

“La superación personal es infinita”


Contra la timidez, contra el cáncer, contra el párkinson, contra todo. Para vaciarse por dentro y expresar en negro sobre blanco lo que no es capaz de decir de viva voz. Por todo esto y mucho más escribe Francisco Iglesias Rubio. “La poesía engancha”. Así define este taxista desde hace 21 años lo que siente cuando se enfrenta al papel en blanco. “Una vez empiezas a componer, siempre estás buscando la palabra exacta”.

 

Iglesias nos cuenta, cuando acude a hablar de su libro Los colores del espejo, que se ha superado a sí mismo, para explicar a continuación que dejó los estudios muy jovencito. Originario de Ladrillar, un pueblo de Las Hurdes, en Cáceres, Francisco trabajó en el campo antes de irse a la mili, tras la cual, e impulsado por la falta de trabajo en su zona, emigró a Madrid, como tantos jóvenes de la época. Una vez en la capital, trabajó como camarero y como mensajero. Tras cinco años, decidió probar con el taxi, donde sigue y ha prosperado.

 

Iglesias, que es poeta por casualidad, descubrió un día que juntar palabras para crear versos le enganchaba, como una “droga buena”. Poquito a poquito, en las paradas, este taxista se inspira en sus propias vivencias y en las de quienes le rodean para escribir su poesía. Con un estilo directo y sin artificios, la poesía se ha convertido en su terapia personal contra una dura enfermedad como es el párkinson. 

 

Una enfermedad que le fue diagnosticada hace cinco años y que gracias a esta nueva afición, parece no haber avanzado. Lo explica el propio Iglesias en una poesía, en la que revela que “pensar y buscar palabras” alimenta sus neuronas manteniéndolas “activas, alegres, con vida”. “Los médicos en mis revisiones han comprobado que la enfermedad se encuentra paralizada y no ha sido necesario aumentar la dosis de la medicación”, nos cuenta, si bien asegura no pensar en el párkinson a menudo. “Prefiero pensar en otras cosas”. 

 

La poesía le ha ayudado también para expresar sus sentimientos tras la muerte de su mujer, hace cinco años, como consecuencia del cáncer.  Y precisamente a ella le dedica uno de sus primeros poemas en los que expone estos años sin ella “realmente doloridos, cada sentido, olor, sonido”. También escribe a sus hijos, y nos confiesa que uno de los poemas más difíciles de escribir fue aquel en el que recoge la conversación con ellos días antes del fallecimiento de su esposa. Ellos son de los pocos que saben de esta afición de su padre, “solo los más allegados saben que escribo”, señala. Y aunque sus hijos “están un poco a lo suyo, espero que estén orgullosos de su padre.”, nos dice Francisco. 

 

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