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07/04/2010 10:04:30 - Gaceta del Taxi

“En un taxi suben todo tipo de personas y siempre se aprende algo de todos ellos”


 

Aunque empezó desde muy joven a trabajar en un negocio que nada tenía que ver con el sector, los caminos del destino le llevaron, a los 24 años, a comprar un taxi y comenzar a ganarse la vida con él.

Casi veinte años después, Diego Pérez ha plasmado algunas de sus experiencias en ‘Anécdotas de taxistas´, un libro que nunca esperó escribir pero que, ahora que ya está publicado, quiere "como a un hijo" y que espera que guste tanto dentro como fuera del sector. "Es un libro para que se olviden un poquito de la crisis", asegura.

Sin malas experiencias dentro del sector, "afortunadamente", lo que si le han ocurrido son muchas situaciones que parecen sacadas de una película.

Gaceta del Taxi.- Veinte años ya detrás del volante, pero todo tiene siempre un comienzo. ¿Cómo empieza en el mundo del taxi?

Diego Pérez.- Empecé muy jovencito a trabajar, nada más terminar el colegio, en un taller de cristalería. A los 24 años decidí ir por mi cuenta, pero la tienda no me fue demasiado bien. Es en ese momento cuando decidí comprarme el taxi y llevo ya casi dos décadas en el sector. Aunque empecé en el mundo del taxi por una carambola del destino, después de tantos años y aunque no me siento del todo realizado con este trabajo, si es verdad que le tengo cariño a la profesión, especialmente porque se conoce a gente de toda clase.

G.T.- ¿Por qué un libro sobre anécdotas en el taxi?

D.P.- La verdad es que la idea me rondaba desde hacía tiempo, pero hasta que la editorial no me lo propuso, no se me ocurrió que pudiera hacerlo. Su intención en un primer momento era recopilar tanto de mí como de otros compañeros anécdotas que nos hubieran pasado en el taxi. Sin embargo yo les comenté que si no les importaba que fuera yo mismo el que las redactara. No me pusieron pegas y de unas 100 o 110 historias que les envié, decidieron seleccionar más o menos la mitad y aquí está el libro publicado.

Esta es la primera vez que escribo y, si consigo que los que me rodean lo lean y les guste, no puedo pedir más. Con esto ya he cubierto todas mis expectativas, aunque si la gente decide comprarlo, mejor que mejor.

G.T.- ¿Es ‘Anécdotas de taxistas´ un libro destinado a los profesionales del sector o al público en general?

D.P.- Los taxistas ya tenemos bastante con lo nuestro y cada uno ya conoce sus propias anécdotas, por lo que, realmente, no hace falta que venga otro a contarnos las suyas propias. Aún así puede ser gracioso leer las anécdotas ajenas, comparar y compartir, que hay que verlo todo con humor.

Sin embargo, es un libro destinado al usuario, para que se olvide un poquito de la situación que estamos viviendo todos de crisis. Además, puede ser también una buena forma de quitarnos la mala fama que siempre nos acompaña a los taxistas, aunque afortunadamente cada vez hay menos profesionales que dan mala imagen dentro del taxi.

G.T.- De todas las "profesiones" que dice haber ejercido a la vez que de taxista, como enfermero, árbitro, ‘personal shopper´ y un largo etcétera, ¿con cuál de ellas se quedaría?

D.P.- Sin duda lo más emocionante es ayudar a traer una vida al mundo. Aunque no he asistido a ningún parto y no he llegado a ejercer de "matrona", si que he llevado a muchas parejas que estaban a punto de ser padres al hospital y es una experiencia que, por lo emocional, siempre gratifica. Pero también he ejercido de manitas, he tenido que acompañar a una señora de compras durante todo un día, y esta, sin duda, es una experiencia que no estoy dispuesto a repetir.

G.T.- ¿Cuál es la anécdota más surrealista que le ha pasado en su taxi?

D.P.- Ahora mismo no sabría decirte, hay tantas. Tal vez la más extraña fue la del hombre que se quedó dormido y al que no era capaz de despertar. También recuerdo otra, que no ha entrado en este libro y que es también muy graciosa. Fue cuando una señora llevaba en su jaula un pajarito para regalárselo al marido y se escapó dentro del taxi. Y allí estuvimos buscando al pajarito hasta que lo encontramos, que era para vernos. La verdad es que lees tengo cariño a todas las anécdotas, al libro entero, porque es como un hijo para mi.

G.T.-Pero no todo habrán sido cosas divertidas ¿Cuál ha sido la experiencia menos graciosa o más negativa, aquello que querría que nunca le hubiera pasado?

D.P.- Afortunadamente no he vivido ni atracos, ni agresiones, ni nada de eso, puedo sentirme afortunado. La única vez que tuve un problema de este tipo, y que cuento en el libro, fue cuando un hombre se negó a pagarme la carrera y, para evitar que se fuera de sin abonarla, como no podía liarme a tortas con él, porque podía exponerme a una denuncia, me puse a pisarle los pies.  Era para vernos, yo dándole pisotones y el otro tratando de evitarlos, como si estuviéramos bailando, agarrados de la pechera. Afortunadamente, había un bar cerca y vieron que estaba teniendo problemas y llamaron a la policía, que obligó a este señor a pagarme la carrera. También recuerdo haber terminado tirado a las puertas de un poblado de chabolas e, inocente de mí, esperar a la clienta unos quince minutos. Los yonquis pasaban por mi lado, me miraban y se reían. Eso fue al principio, cuando era más inocente. Y lo típico negativo que tiene estar trabajando en un coche todo el día: los atascos, las manifestaciones... Realmente los clientes, al final, son los que menos problemas dan, siempre y cuando no les lleves la contraria, claro.

G.T.- ¿Son todas historias reales o a echado mano de la imaginación para adornarlas?

D.P.- Son todas historias reales que me han pasado a mi, salvo tres o cuatro que he tomado prestadas de mi cuñado, que también es taxista. La realidad en este caso supera la ficción y no ha sido necesario añadir nada que no haya pasado realmente.

G.T.- Afirma que en su coche habrá llevado a unas 200.000 personas a lo largo de toda su trayectoria profesional. ¿Cree que el taxi es un buen sitio donde conocer la condición humana?

D.P.- Sin duda, te lo garantizo. Es un trabajo de campo excepcional para conocer la sociedad que nos rodea. En un taxi sube todo tipo de personas, de cualquier condición, raza, ideología, sexo, humor y siempre se aprende algo de todos los que pasan por el asiento trasero. Además, cuando empecé en el taxi, los clientes imponían más, lo pasaba peor, y muchas de las anécdotas corresponden a esos primeros años. Ahora, por su bien y por el mío, cuando un cliente no colabora y no te ayuda, para no pasarlo mal, les invito a bajar y que cojan otro taxi.  

 





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